Artistóteles
Aristóteles considera que del SER se pueden predicar cuatro causas: material, formal, final y eficiente.-
La esencia es verdaderamente el Ser en tanto que ser, es decir, lo que no hace referencia a un principio superior, lo que es verdaderamente principio radical. Para comprender el alcance del problema, Aristóteles ejerció una inmensa influencia sobre la dirección del pensamiento filosófico.
Aristóteles emplea aquí, por la naturaleza misma del tema, que se basa en principios indemostrables, un método de analogía, la intuición de inducción, que no tiene rigor demostrativo, pues las nociones metafísicas que se refieren al ser - colocado por encima de los géneros del ser-, no son susceptibles de definiciones, si no que sus sentidos pueden ser sólo sugeridos por analogía.
Esta argumentación puede formularse así: si la esencia (forma o quididad) es un principio primero, es un acto; y el acto es siempre anterior a la potencia.
¿Qué es el acto? El acto a la potencia como el hombre despierto al dormido, el que ve al que tiene los ojos cerrados, la estatua con relación al bronce, lo acabado con relación a lo inacabado. Los segundos términos de cada una de estas parejas son, "en potencia", cada uno de los primeros; el que tiene los ojos cerrados es vidente en potencia, el bronce es estatua en potencia; lo que quiere decir que los ojos verán y que el bronce se convertirá en estatua si se realizan ciertas condiciones. El vidente y la estatua son, hablando con propiedad, seres en acto cuyos actos son respectivamente la visión y la forma de la estatua. La visión es acto en el sentido de que permanece igual y uniformemente visión durante todo el tiempo que dura. La vida, la felicidad la intuición intelectual son, por la misma razón actos, mientras que la marcha que progresa y se halla a cada instante en un estado diferente, no es un acto sino una acción o un movimiento, El acto es como la obra o la función del ser en acto: por ejemplo:
la visión es la función del ojo; y el acto es todavía entelequia, es decir, estado final y acabado que señala los limites de la realización posible. Queda claro que la noción de potencia no tiene sentido en si misma y que es totalmente relativa al ser en acto. El ser en potencia es conocido como tal no por lo que es sino, por lo que puede ser. A la inversa, el acto es el centro de referencia con respecto al cual están situados y ordenados los seres en potencia.
Ahora bien, la esencia o forma es un acto, el acto por excelencia; porque la quididad es lo que pertenece a un ser dado desde su nacimiento hasta su desaparición, íntegramente, sin aumentos ni disminuciones, sin ser susceptible de más o de menos. No se es más o menos hombre. Para expresar esta permanencia inalterable, Aristóteles emplea, para la esencia, lo que hace a un ser continuar siendo lo que era. No hay devenir para esta esencia o forma, la forma de la esfera de bronce, que es la forma esférica. no nace cuando se fabrica la esfera de bronce; lo que nace es la unión de la forma esférica y del bronce. Resulta así que el nacimiento o el devenir consisten en la unión de una forma con un ser capaz de recibirla. Este ser en potencia, convertido en ser en acto después de haber recibido la forma, es propiamente lo que Aristóteles llama materia. La materia es el conjunto de condiciones que deben ser realizadas para que la forma pueda aparecer; el arca en potencia, o, lo que viene a ser igual; la materia del arca, es la madera. Se ve que la tesis de Aristóteles conduce a proclamar la inexistencia del ser indefinido. Todo ser actual: este árbol, este hombre, tiene, mientras existe una esencia única que hace de él un ser en acto ; no existir es, como el legendario Centauro, no ser nada.
Pero el acto - y éste es el más importante de todos los teoremas aristotélicos- es anterior a la potencia en los tres sentidos de la palabra: lógicamente, temporalmente y sustancialmente. Lógicamente, ya que según hemos visto, la noción del ser en potencia implica la noción en acto del ser con relación al cual se la indica en potencia; temporalmente ya que el ser en acto no proviene del ser en potencia sino bajo el efecto de otro ser ya en acto. Y sustancialmente, ya que el hombre en potencia, que implica la semilla humana, tiene toda la esencia de un hombre adulto y en acto.
La naturaleza está definida también, hablando con propiedad, no como forma, sino mediante una cierta relación con la materia. Mirando, por una parte, productos de las artes como una estatua o una cama y, por otro, seres naturales como una piedra o un hombre, se ve que los segundos tienen en sí mismos el principio de ser movimiento y de su reposo, mientras que los primeros tienen este principio en un ser extraño a ellos el escultor o el carpintero En el caso de la naturaleza nos hallamos con una fuerza activa inmanente (la semilla produce una obra de arte); en el caso del arte la fuerza activa que es un pensamiento, abandona la obra una vez hecha, Lo que distingue lo uno de lo otro es, indudablemente, la relación de forma a materia, interior en un caso, exterior en otro.
En la misma noción de relación de forma a materia toman sentido las nociones generalmente extendidas de casualidad y espontaneidad a las que los físicos tendían a desposeer de todo valor: nociones populares e inmediatas que designan, no la ausencia de causas, como dicen los físicos, sino, al contrario, causas que actúan en beneficio o en perjuicio nuestro. El hombre que, yendo a la plaza, tiene la suerte de encontrar un deudor en el que no pensaba y de cobrar así su deuda, cree, con razón, que la casualidad es una causa perfectamente real. Y, en efecto, es real, a condición de que se la considere como, completamente relativa, de la misma manera que la materia no es tal sino en relación con la
forma. La casualidad no puede, pues, definirse sino por referencia a actos realizados con una finalidad previa. Existe casualidad cuando un acto hecho con una finalidad tiene las mismas consecuencias que si hubiese sido hecho con otra finalidad distinta. Así, el acreedor recobró lo que se le debía, como si hubiese ido a la plaza por ello. La casualidad no es, pues una causa primera como la voluntad o la intención. sino, antes bien causa por accidente, en el sentido de que el acto cuyo suceso feliz o desgraciado origina, no ha sido hecho para originarle, sino que, quizá tal efecto habría podido ser un fin voluntario. La casualidad es, por tanto, un hecho raro, mientras que los hechos producidos por causas definidas son los que se producen siempre o, al menos, la mayor parte del tiempo. La espontaneidad es de la misma naturaleza que la casualidad, pero su dominio es más amplio. Es respecto a la finalidad natural lo que la casualidad es respecto a los fines intencionales de la voluntad. Si un trípode, al caer, queda de manera que sirva para sentarse, decimos que ha caído espontáneamente. Es, pues, un error tan burdo negar estas causas, como creerlas causas primeras, anteriores a la inteligencia y a la naturaleza.
Todo movimiento está limitado por un estado inicial y un estado final que lleva el reposo cuando se han desarrollado todas o parte de las posibilidades contenidas en el estado inicial. De aquí, la célebre fórmula " el movimiento es el acto de lo posible en tanto que posible"
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